Gavin lleva cientos de años enterrado en piedra, esperando a que la persona adecuada rompa la maldición que lo encerró ahí. Cuando la voz de una mujer desconocida dice las palabras especiales que lo liberan, se encuentra en una época que ya no es la suya. Pese a que la mujer le satisface de todas las formas imaginables, él sigue angustiado por todo lo que ha perdido. El deber, el honor y su profunda necesidad de venganza le consumen.
Ericka pensó que ir a Escocia sería la hazaña más dura de su vida. Hasta que conoció a un fantasma y liberó a un pedazo de escocés del siglo diecisiete que estaba enterrado en piedra. Los fantasmas no son reales y las maldiciones no existen. El tórrido sexo con Gavin aviva su imaginación, pero es imposible que sea su alma gemela, ¿o no…?
La maldad de la maldición perdura: Gavin es de piedra de día y humano de noche. Luchan juntos, decididos a vencer al origen de la maldición; pero, si fallan, su amor podría perderse para siempre.
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